Los bueyes con los que hay que arar
Por Alfredo Boccia Paz
Hay oficios tan difíciles que exigen a quienes los ejercen una cierta dosis de benevolente masoquismo. Son cargos que dejan a los responsables expuestos como en una vidriera y –en la medida que hagan una buena tarea– cada vez con más enemigos. Uno de ellos es el de los integrantes de un tribunal de ética de abogados. Supongo que juzgar la conducta personal y profesional de colegas de trabajo debe ser complicado en cualquier parte del mundo. Pero hacerlo en un país en quiebra moral y con una institución de justicia percibida como una de las más corruptas del continente debe ser francamente desgastante. Y, sin embargo, desde hace algunos años existen una Oficina y un Tribunal de Ética Judicial paraguayos que han logrado ganarse un lugar de respeto en esa jungla de desvergüenza.
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